La ciencia, en particular la física, en el último siglo ha dado lugar a un descubrimiento asombroso. Somos parte del mundo que observamos. El acto mismo de nuestra observación cambia las cosas que observamos. Como ejemplo consideremos el electrón, una entidad extremadamente pequeña que no puede ser detectado sin instrumentos. Es el propio instrumental quien define lo que observador ve. El electrón se verá como una partícula o como una onda según el experimento. Más que una cosa, el electrón es un evento en el que el observador participa por el mismo hecho de estarlo observando. Por eso no es posible detectar su posición y su momento simultáneamente. Tampoco es posible evitar esta dualidad y determinación que provoca la interacción.

La ciencia oriental ha  conocido este principio  desde hace mucho tiempo. La mente es un conjunto de eventos en los que el observador participa cada vez que se inspecciona internamente. La meditación es observación participativa. Lo que observamos responde al proceso de observación. Lo que vemos es a nosotros mismos, y lo que observamos depende absolutamente del estado mental del meditador. Las actitudes que a continuación se describen son esenciales para tener éxito en la práctica. Muchas de ellas ya se han mencionado, pero las presentamos en conjunto como una serie de reglas a seguir.

No espere algo de antemano. Simplemente siéntese y vea lo que sucede. Tome la situación como si fuera un experimento y ponga un interés activo en el experimento mismo, pero no se distraiga por los resultados que espera, no esté ansioso por ellos. Permita que la meditación se lleve a cabo con su propia velocidad y que tome su propia dirección. Deje que la meditación le enseñe lo que quiere que usted aprenda. La atención meditativa busca ver la realidad exactamente como es. Aunque eso corresponda o no a lo que esperamos, de todos modos requiere una suspensión temporal de todas nuestras ideas y concepciones hechas. Debemos despojarnos de nuestras imágenes, opiniones e interpretaciones mientras dura la meditación. De otra manera tropezaremos con ella.

No se esfuerce. No violente las cosas o haga esfuerzos exasperados. La meditación no es algo agresivo, en ella no hay ninguna búsqueda intemperada. Solamente deje que su esfuerzo sea relajado y uniforme.

No se apresure. No hay prisa, así que tómese su tiempo. Acomódese en su cojín, banco o silla y siéntese como si tuviera todo el día. Cualquier cosa verdaderamente valiosa toma cierto tiempo para desarrollarse. Paciencia, paciencia y más paciencia.

No se aferre a nada, no rechace nada. Deje venir lo que venga y adáptese a ello, sea lo que sea. Si aparecen imágenes mentales buenas está bien, y si son malas también. Véalo todo igual y permanezca cómodo ante lo que suceda. No se pelee con lo que experimenta, simplemente obsérvelo con atención.

Déjese ir. Aprenda a fluir con los cambios que aparezcan, abandónese y relájese.

Acepte todo lo que surja. Acepte sus sentimientos, aun aquellos que no desearía tener. Acepte sus experiencias, incluidas las que odia. No se torture por sus fallas y fracasos. Aprenda a observar todos los fenómenos de la mente como perfectamente natural y comprensible. Trate de ejercitar una aceptación permanentemente desinteresada acerca de todo lo que experimente.

Sea delicado consigo mismo.  Sea amable con usted. Seguramente no es perfecto pero lo único que tiene para trabajar con usted mismo es usted mismo. El proceso de llegar a ser lo que usted será comienza con la total aceptación de lo que ahora es usted.

Investíguese a usted mismo. Pregúntese acerca de todo, no dé nada por hecho, no  crea en lo que escucha solamente porque parece sabio o piadoso o porque algunos hombres santos lo dicen. Véalo por usted mismo. Esto no quiere decir que adopte una actitud cínica, imprudente o irrespetuosa, quiere decir que seamos empíricos. Sujete cualquier afirmación a la prueba de su propia experiencia y deje que los resultados sean su guía de la verdad. La Meditación Introspectiva se desarrolla a partir de una necesidad interna para despertar a lo real y obtener una introspección liberadora sobre la verdadera estructura de la existencia. Toda la práctica está basada en este deseo de despertar a lo real. Sin él la práctica es superficial.

Vea los problemas como un desafío. Las diferencias existen entre la gente, pero el atenderlas es un proceso peligroso que siempre conduce al egoísmo. El pensamiento humano ordinario está lleno de egoísmo, envidia y orgullo. Un hombre que vea a otro por la calle puede pensar “es más apuesto que yo”. El resultado instantáneo es vergüenza o envidia. Una muchacha que observe a otra puede pensar “yo soy más bella”. El resultado inmediato es orgullo. Las comparaciones son hábitos mentales que conducen a malos sentimientos: egoísmo, envidia, orgullo, odio etcétera. Las comparaciones corresponden a un estado mental torpe en el que sin embargo incurrimos todo el tiempo. Comparamos nuestro aspecto, éxito, logros, riqueza, destreza o coeficiente intelectual con el de los demás, y ese hábito invariablemente nos lleva al mismo punto: la enajenación, la distancia ante los otros, los sentimientos enfermizos. El trabajo del meditador es cancelar este hábito inútil a través de su completo examen para reemplazarlo por otro. En lugar de percibir las diferencias entre nosotros y los demás, los meditadores nos entrenamos para observar las similitudes. Centramos la atención en aquellos factores que son universales para todos los seres vivientes y que nos acercan a ellos. De ese modo nuestra comparación – si es que existe alguna – da lugar a sentimientos de hermandad y no de enajenación.

La respiración es un proceso universal. Todos los seres vertebrados respiran esencialmente de la misma manera, todos los seres intercambian gases con el medio ambiente de una u otra forma. Esta es una de las razones por las que se ha elegido a la respiración como objeto de meditación. Al meditador se le recomienda que explore el proceso de su propia respiración como un vehículo de conexión  con el resto de la vida. Esto no significa cerrar los ojos a las diferencias que en nuestro alrededor existen. Quiere decir que se suprime el énfasis en los contrastes y se fomenta el énfasis en los factores universales. El procedimiento recomendado es como sigue:

Cuando el meditador percibe un objeto sensorial no debe fijarse en él a la manera egoísta ordinaria. En su lugar debe examinar en sí mismo el proceso de percepción: observar lo que el objeto provoca en sus sentidos y en su percepción, los sentimientos que emergen y las actividades mentales que le siguen, los cambios que ocurren como resultado en la propia conciencia. Al observar todos estos fenómenos, el meditador debe estar consciente de la universalidad de lo que experimenta. La percepción inicial puede desatar sensaciones placenteras, desagradables o neutras. También esto es fenómeno universal que ocurre tanto en la mente de los demás como en la nuestra.

Después de las sensaciones surgen varia reacciones, el meditador puede sentir egoísmo, lujuria, envidia, miedo, preocupación, agitación, aburrimiento; todas ellas, reacciones universales. El meditador simplemente nota la reacción y después generaliza, se da cuenta de que estas reacciones son respuestas humanas normales que pueden aparecer en cualquier persona.

La práctica de este tipo de comparación puede sentirse artificial y forzada al principio, pero no es menos natural que la comparación que hacemos ordinariamente. Sencillamente nos es familiar. Con el tiempo, este nuevo patrón substituye con naturalidad el hábito normal y egoísta de comparar. Nos volveremos personas comprensivas, ya no nos alteraremos por el éxito o el fracaso de los demás. Así progresamos hacia la armonía de todo lo viviente.

Agradecemos a la Editorial Pax el permitirnos exponer este capítulo del excelente libro de Henepola Gunaratana, El Cultivo de la Atención Plena.