Fernando Tola
La expansión del Budismo fuera de la India
El Budismo surge en la India alrededor del año 500 a.C. Según la tradición, sólo 50 años después de la muerte de Buda el Budismo fue llevado por un discípulo de Ānanda, el fiel discípulo de Buda, a Gandhāra, en el actual Pakistán. Desgraciadamente no hay testimonios de ninguna especie que convaliden esta tradición. Pero, a partir de la época del Imperio Maurya (300-150 a.C.) existen testimonios de diversa clase que prueban la expansión del Budismo fuera de la India propiamente dicha.
El Budismo, bajo la forma del llamado Budismo Hīnayāna, fue llevado a Sri Lanka o Ceylán, según la tradición, por Mahinda, hijo del Emperador Ashoka (268-232 a.C.). También se extendió hacia la mayor parte de las regiones que conforman el Sudeste asiático. Fue llevado a Birmania, según la tradición cingalesa, bajo su forma de Hīnayāna por dos misioneros enviados por el mismo Ashoka. Las primeras señales de la presencia budista hinayanista en Tailandia, Laos, Cambodia y Vietnam del Sur, se remontan a los siglos XI-XIII d.C., aunque con toda probabilidad el Budismo fue conocido en esas regiones desde mucho antes, teniendo en cuenta la gran influencia que la cultura de la India tuvo en el Sudeste asiático desde mucho tiempo antes de los siglos mencionados.
El Budismo se propagó hacia los territorios al Norte y al Noroeste de la India bajo su forma Mahāyāna, aunque el Budismo Hīnayāna no fue desconocido en ellos, pero sin tener nunca la pujanza del Mahāyāna. El Budismo se extendió hacia los actuales Pakistán y Afganistán ya desde la época de los reinos grecobactrianos que dominaron gran parte de esas regiones cuando se produjo el colapso del Imperio Maurya, o sea a partir del año 150 a.C.. Pero luego sufrió retrocesos debidos a las invasiones de los Sacas (o Escitas) y de los Pahlavas (o Parthos). Después de la crisis de estas invasiones, especialmente en época del Imperio Kushana, fundado en el primer siglo de nuestra era, el Budismo floreció y se expandió rápidamente en todas las regiones al Norte y al Noroeste de la India, como son los ya mencionados Pakistán y Afganistán y además gran parte del Asia Central (incluida hoy día en la Rusia soviética) hasta el Mar Aral y el Turkestán Chino.
En Nepal, el reino hindú del Himalaya, el Budismo fue introducido probablemente durante el reino del Emperador Ashoka o poco después, bajo su forma Hīnayāna, a la cual se agregó luego el Budismo Mahāyāna, propiamente bajo su forma Vajrayāna, que desplazó al Budismo Hīnayāna.
Las más tempranas señales de Budismo en la China se remontan al comienzo de la segunda dinastía Han (25-220 d.C.) y los testimonios arqueológicos y literarios prueban que llegó a China a través del Asia Central. De China fue llevado a Vietnam del Norte, que había sido incorporado al Imperio Chino de los primeros Han en el año 111 a.C. También fue llevado, en el siglo IV d.C., al territorio de Corea, dividido entonces en tres reinos. La introducción del Budismo en Corea fue un acontecimiento muy importante, ya que ulteriormente el Budismo sería llevado al Japón desde Corea en el año 538 d.C., según la información de antiguas crónicas japonesas.
El Budismo fue introducido en el Tíbet en el siglo VII d.C. Durante los dos primeros siglos entró en conflicto con las creencias religiosas existentes, pero a partir de entonces su predominio ha sido casi absoluto en el Tíbet. Los tibetanos, al igual que los chinos, se encargaron de propagar la doctrina de Buda entre varios pueblos no tibetanos. En el siglo XVI d.C. tuvo lugar la conversión de los mongoles al Budismo. Otra conversión a la fe budista llevada a cabo por los tibetanos fue la de los buryats, que habitan la región del lago Baikal, realizada bien entrado ya el siglo XVIII. En conexión con el Budismo Tibetano, es necesario mencionar ciertas regiones, algunas de las cuales formaron parte del Tíbet, pero que hoy constituyen parte de la India o de Nepal o son estados independientes, en los cuales predomina dicho Budismo. Mencionemos entre estas regiones a Ladakh, Sikkim, Bhután.
El Budismo se difundió así sobre inmensos territorios del Asia, encontrando en su avance pacífico pueblos de diversas razas, lenguas, religiones y culturas.
El estudio de los diversos budismos
El Budismo tiene que ser estudiado no sólo en la India, sino en las diversas regiones del Asia a las cuales se propagó. Es necesario estudiar el nacimiento del Budismo en la India y su evolución en ese país, su difusión fuera de la India, las fechas en que fue difundido, la forma como lo fue, quiénes realizaron esa propagación, qué motivaciones los llevaron a emprender esa obra, la acogida que el Budismo tuvo, los conflictos que se suscitaron, las influencias mutuas que se produjeron entre el Budismo y las religiones ya existentes en las regiones a las cuales él llegaba, la evolución del Budismo en las nuevas regiones que conquistaba, evolución gracias a la cual el Budismo tomó características propias en cada lugar.
El estudio filológico de los diversos Cánones Budistas
De un modo general cada Budismo, el Indio, el Chino, el Tibetano, el Japónes, el Coreano, etc., estableció su propio Canon o sea la colección de textos, que se consideraba contenían la palabra de Buda transmitida por sus discípulos, o la colección de las traducciones de esos textos al idioma propio de cada Budismo. Tenemos así un Canon en idioma Pāli, que viene a ser el Canon establecido por la secta Theravāda perteneciente al Budismo Hīnayāna, difundida en Ceilán (la actual Sri Lanka) y en el Sudeste-asiático. El Canon de esta secta, el llamado Canon Pāli, ha sido editado parcial o totalmente en diversos alfabetos: el latino por la Pāli Text Society de Londres, el devanāgari en la India por la Nālandā Pāli Series, el cingalés, el tailandés, el khmer de Cambodia, el alfabeto de Laos, el alfabeto birmano. Mencionemos al pasar que en la actualidad el Canon Pāli está siendo computarizado, lo cual permitirá hacer asequible en la forma reducida de un disquette una obra tan voluminosa y de no fácil acceso. Existe también un Canon Sánscrito que contiene los numerosos textos budistas conservados en la India así como aquéllos encontrados en diversas regiones de Asia, fuera de la India, como Gilgit y Turfán. Sumamente importantes son asimismo el Canon Chino, del cual existen diversas ediciones desde los años 972-983 en que apareció la primera edición bajo la dinastía Sung, siendo la más conocida de estas ediciones la Taishō Shinshū Daizōkyō editada en Japón durante los años 1924-1932; el Canon Japonés, del cual existen igualmente diversas ediciones, siendo la más importante la Kokuyaku Issai-kyō; el Canon Coreano, constituido por el Canon Chino editado por primera vez en Corea alrededor del año 1010; y el Canon Tibetano, que existe en diversas ediciones realizadas en varios monasterios, como los de Derge, Narthang, Chone, Lhasa. De este último Canon existen también ediciones llevadas a cabo en Pekín desde comienzos del siglo XV (una de estas ediciones, aumentada y corregida, fue reeditada en Japón (Tokyo-Kyoto) entre los años 1955-1958); una edición reciente realizada en India (Delhi), bajo la dirección de D.T. Suzuki, entre los años 1976-1979 (asequible también en 1730 microfichas confeccionadas por el Institute for Advanced Studies of World Religions de Estados Unidos de Norteamérica); finalmente, la edición publicada por la Editorial Dharma de Estados Unidos, iniciada en 1980 y recientemente finalizada. Tenemos también los Cánones en lenguas Mogol, Tangut y Manchú.
Estos Cánones constituyen obras muy extensas conformadas por numerosos volúmenes. A título de ejemplo indiquemos que el Canon Pāli en su edición Nālandā contiene 41 volúmenes; el Canon Chino en su edición Taishō, 85 volúmenes; el Canon Tibetano editado por Suzuki en Japón (1955-1958), 151 volúmenes, la primera edición del Canon Chino, la edición Shu-pen, 480 volúmenes.
Labor de los Estudios Budistas es constituir ediciones críticas de los textos contenidos en esos Cánones, comparando las diversas recensiones en las que nos han llegado, con miras a constituir ediciones confiables, liberadas de los errores tipográficos originarios y que permitan captar mejor el sentido del mensaje de Buda. Deben componerse índices de las palabras contenidas en esos textos, que señalen los lugares en que aparecen y las formas en que son usadas, para que pueda fijarse de manera más segura el sentido con que son empleadas en cada caso.
Esta labor filológica, que puede parecer muchas veces árida y sin vuelo, es necesaria, en cuanto que es gracias a ella que se puede luego efectuar el estudio de las doctrinas e ideas de los textos sobre bases seguras. Muchos errores de interpretación han tenido su origen en las deficiencias de las ediciones usadas.
Esta labor filológica es también imprescindible para llevar a cabo una traducción de los textos originales. Si toda traducción (como reza el dicho) es una traición, mayor será la traición si se utilizan, para llevar a cabo la traducción, textos plagados de errores o de deficiencias.
Esta exigencia de un trabajo filológico previo como requisito imprescindible de todo estudio y análisis doctrinarios que pretendan ser científicos y de toda traducción que pretenda ser confiable, es algo que no se cuestiona en el mundo académico internacional.
El conocimiento de los idiomas
Se acepta hoy sin discusión que para llevar a cabo una labor de investigación sobre Filosofía Oriental es necesario poseer un conocimiento profundo y amplio de los idiomas en que esa filosofía se expresó. No es posible una investigación sobre Filosofía Budista basada en traducciones ajenas y no en el estudio llevado a cabo por uno mismo de los textos originales. Nadie aceptaría hoy que una persona que no conoce el griego y el latín pretenda realizar un estudio científico de la Filosofía Antigua Griega o de la Filosofía Medieval. En el caso del Budismo esta exigencia es más rigurosa, por cuanto el Budismo utilizó diversas lenguas para expresarse. Al conocimiento del Pāli (en el cual se conserva en forma completa el único Canon Budista escrito en una lengua de la India) y del Sánscrito (en el cual se conservan importantes textos budistas) es necesario agregar el conocimiento del Tibetano y del Chino, por cuanto muchas obras originarias sánscritas se han perdido y sólo las conocemos por traducciones tibetanas y/o chinas.
La investigación extranjera
Numerosos e importantes trabajos sobre Filosofía Budista han sido realizados en Europa (en inglés, francés, alemán e italiano), en Estados Unidos, en el Japón, en la India. En español es muy poco lo que se ha hecho sobre Budismo y por lo general se trata de trabajos sin valor científico e irrelevantes. Si uno pretende realizar una investigación seria, de acuerdo con los criterios internacionalmente aceptados y acordes con la importancia del tema, es imprescindible también utilizar la bibliografía extranjera existente. De esa manera la investigación utilizará los resultados a que llegaron los especialistas de otros países que trabajan en condiciones óptimas y tienen a su disposición la última producción bibliográfica y de fuentes.
La especialización
Es importante que el estudioso del budismo adopte una actitud de especialización, que es lo único que puede permitirle penetrar profundamente en el tema estudiado, compenetrarse con él, descubrir sus múltiples facetas, tomar en cuenta lo que los especialistas del tema han pensado al respecto. Se debe evitar la versatilidad que dispersa y habitúa a la superficialidad. Es la especialización la que ha permitido a los estudiosos alemanes o japoneses (por ejemplo) producir obras maestras de filología (como ciertas ediciones críticas e índices), intentos magistrales de interpretación doctrinaria, traducciones precisas y rigurosas.
El contexto
Desde luego, enfrentar como especialista un tema del Budismo no significa que uno debe aislar ese tema del contexto cultural al cual pertenece. No podemos, por ejemplo, estudiar una obra de Vasubandhu o Dignāga (dos grandes del Budismo) aislándolos de la escuela filosófica idealista a la que están adheridos, descuidando las relaciones que los vinculan con los pensadores que los han precedido o seguido, poniéndolos al margen de los grandes principios que subyacen al pensamientos indio y budista.
Actitud Objetiva
Finalmente, máxima exigencia de los Estudios Budistas debe ser la objetividad, el esfuerzo constante por presentar el fenómeno cultural que estudiamos, yathābhūtam, es decir, como es en realidad, no permitiendo que nuestras creencias, nuestras adhesiones a determinadas doctrinas, nuestras preferencias religiosas, políticas o filosóficas nos induzcan a deformar y distorsionar el hecho de la cultura ajena que hemos elegido como objeto de nuestro estudio. No es fácil adoptar esta actitud (aferrados como estamos a las tenazas de nuestra propia cultura), pero es necesario esforzarse para adquirirla y hacerla un atributo permanente; estar siempre alerta para no abandonar esa actitud. Este requisito de objetividad es tanto más necesario cuanto mayor sabemos que es nuestra adhesión a determinados postulados doctrinarios, cuanto mayor sabemos que es nuestra solidaridad con alguna forma determinada de pensamiento o creencia.
Por esto nuestro estudio del Budismo ha tenido siempre como lema un verso budista famoso:
Nāpaneyam ataḥ kiñcit
prakṣeptavyaṃ na kiñ cana
draṣṭavyaṃ bhūtato bhūtaṃ…
“Nada debe ser quitado,
Nada debe ser agregado,
La realidad debe ser vista como realmente es”.
*Conferencia Inaugural de la Fundación Instituto de Estudios Budistas (F.I.E.B.) de Buenos Aires, Argentina (14 de marzo de 1990).