El fuego de la atención

En los años veinte, cuando tenía entre 8 y 10 años de edad, y vivía en Nueva Jersey, donde los inviernos son muy fríos, teníamos en casa un horno de carbón. Era todo un acontecimiento en la cuadra que llegara el camión del carbón y lo volcara por la rampa en el depósito. Aprendí que en éste había dos clases de carbón: uno se llamaba antracita o carbón duro, y el otro era lignito o carbón blando. Mi padre me explicó que cada uno de estos dos tipos ardía de manera diferente. La antracita arde limpiamente, sin dejar casi ceniza; el lignito deja montones de ceniza. Cuando quemábamos lignito, el sótano se cubría de hollín, una parte del cual se colaba hasta la sala. Recuerdo que mi madre se quejaba por eso. En la noche, mi padre cubría el fuego y yo aprendí a hacerlo. Cubrir el fuego significa esparcirle una capa delgada de carbón y luego cerrar la ventila del horno para que arda a fuego lento. Durante la noche, la casa se enfriaba, así que en la mañana debía atizarse el fuego y abrirse la ventila para que el horno calentara la casa.

¿Qué tiene que ver todo esto con nuestra práctica? En la práctica lo que pretendemos es romper nuestra identificación exclusiva con nosotros mismos, proceso que ha sido llamado purificar la mente. Purificar la mente no significa que nos hayamos convertido en santos o en personas diferentes, sino quitar aquello que nos impide funcionar mejor, como en el caso de un horno. El horno funciona mejor con carbón duro, pero desafortunadamente estamos llenos de carbón blando. Hay una expresión en La Biblia que dice: “Él es como un fuego de refinador”. Es una analogía común a varias religiones. Sentarse en el sesshin es como estar en medio de un fuego de refinación. Eido Rosho dijo una vez que “El Zendo no es un paraíso, sino la cámara de un horno para consumir nuestras ilusiones egoístas”. Un Zendo no es un lugar de bienaventuranza y relajación, sino un horno para consumir nuestras ilusiones egoístas. ¿Qué herramientas necesitamos? Solo una, todos la conocemos pero raramente la usamos. Se llama atención.

La Atención es una espada cortante y ardiente, y nuestra práctica consiste en utilizar esa espada tanto como podamos. Ninguno de nosotros está dispuesto a usarla; pero cuando lo hacemos, así sea por unos cuantos minutos, algo se corta y se quema. Todo lo que la práctica busca es incrementar nuestra capacidad para poner atención, no solo en el zazen, sino también en cada momento de nuestra vida. Cuando nos sentamos, comprendemos que nuestro proceso de pensamiento conceptual es una fantasía; y entre más comprendemos esto, más aumenta nuestra capacidad  para poner atención en la realidad. Uno de los grandes maestros chinos Huang Po, dijo: “si se libran del pensamiento conceptual, lo habrán logrado todo. Pero si ustedes, estudiantes del Camino,  no se libran del pensamiento conceptual en un chispazo, aunque se esfuercen eón  tras eón, nunca lo conseguirán”. Nos libramos del pensamiento conceptual cuando, mediante la observación persistente, reconocemos la irrealidad de nuestras ideas egocéntricas. Entonces podemos desapasionarnos y dejar de vernos mayormente afectados por ellas. Eso no quiere decir que vayamos a convertirnos en personas frías, sino más bien que ya no seremos atrapados ni arrastrados por las circunstancias.

La mayoría de nosotros no nos comportamos del todo así. Tan pronto como empezamos nuestro día de trabajo, nos damos cuenta de que de ninguna manera estamos en calma. Tenemos muchas opiniones y juicios acerca de todo; se nos hiere fácilmente en nuestros sentimientos. De ningún modo puede decirse que estemos desapasionados y lo que sucede no nos afecta mayormente. Así que es muy importante recordar que el principal propósito de hacer el sesshin es quemar las ideas en el fuego de la atención, para que nuestra vida pueda ser desapasionada y deje de verse afectada mayormente por las circunstancias externas. No creo que haya nadie en este lugar de quien se pueda decir algo así. Sin embargo, nuestra práctica consiste en eso. Si verdaderamente lográramos quemar nuestras ataduras, no necesitaríamos sentarnos. Pero no creo que haya alguien que pueda decir que lo ha logrado. Necesitamos disponer de un adecuado período diario de zazen durante el cual podamos saber que ocurre en nuestra mente y en nuestro cuerpo. Si no nos sentamos en forma constante, nunca sabremos que lavar el auto y tratar con nuestro jefe es practicar.

El maestro Rinzai dijo en una ocasión: “No podemos solucionar el karma pasado más que en relación con las circunstancias. Cuando sea momento de vestirnos, pongámonos ropa. Cuando debamos caminar, caminemos. No pensemos entonces, ni por asomo, en la búsqueda de Buda” Alguien me preguntó una vez: “Joko, ¿crees que algún día llegarás a la gran iluminación final?” Contesté: “Espero que nunca se me ocurra pensar en algo así”. No hay un momento o un lugar especial para la gran revelación. Como dijo el maestro Huang Po: “no hagas distinción alguna entre el Absoluto y el mundo sensible”. No se trata de otra cosa que de estacionar el auto, vestirse, dar un paseo.  Sin embargo, si lo que estamos quemando es carbón blando, nunca nos damos cuenta de ello. Carbón blando quiere decir simplemente que la combustión de nuestra vida no es limpia. Que no somos capaces de quemar cada circunstancia según la enfrentamos. Y la culpa es siempre de nuestro apego a la circunstancia. Por ejemplo, tal vez su jefe les pida hacer algo que no es razonable. En ese momento, ¿cuál sería la diferencia entre quemar carbón blando y carbón duro? O supongamos que buscamos trabajo y que el único que encontramos es en algo que no nos gusta. O que nuestro hijo se mete en problemas en la escuela… Al enfrentarnos a eso, ¿cuál sería la diferencia entre carbón blando y carbón duro? Si no podemos entender aunque sea una parte de la diferencia, hemos malgastado nuestras horas de sesshin. La mayoría de nosotros estamos aquí porque deseamos acceder a Buda. Sin embargo, Buda es la manera como tratamos a nuestro jefe, a nuestro hijo, a la persona que amamos, a nuestro socio o a quien sea. Nuestra vida siempre es absoluta: eso es todo. La verdad no está en ningún lado. No obstante, tenemos una mente que pretende quemar el pasado o el futuro. El presente vivo – Buda – rara vez se encuentra.

¿Qué hacen ustedes cuando quieren un fuego brillante y el fuego del horno esta sofocado? Aumentar la entrada de aire. Nosotros también somos fuego, y cuando la mente se aquieta, podemos respirar más profundamente y ensanchar el punto de entrada del oxígeno. Ardemos entonces en con llama más limpia, y nuestra acción surge de esa llama. En vez de tratar de hallar en nuestra mente qué hacer, lo único que necesitamos es purificar nuestra propia base; la acción surgirá de allí. La mente se calma porque la observamos en vez de perdernos en ella. Entonces la respiración se profundiza, y cuando el fuego arde verdaderamente, no hay nada que no pueda consumir. Cuando el fuego se calienta lo suficiente, desaparece el yo, porque el fuego lo consume todo; desaparece la división entre el yo y lo demás.

No nos gusta pensar en nosotros exclusivamente como seres físicos; sin embargo, toda la transformación que procede de sentarse es física. No es que en la cabeza nos suceda algo milagroso. Cuando quemamos carbón blando, estamos usando mal nuestra mente, y provocamos que constantemente se vea obstruida por fantasías opiniones, deseos, especulaciones, análisis… maraña en medio de la cual pretendemos encontrar la acción correcta. Cuando algo no funciona en nuestra vida, ¿Qué hacemos? Tratamos de resolverlo, lo rumiamos, especulamos sobre ello. Eso no sirve. Lo que sirve es identificar nuestras aberraciones mentales, que no son verdaderos pensamientos. Observar nuestras ideas emocionales. “Sí, ¡de verdad no la aguanto! ¡Es una persona terrible!” Todo lo que tenemos que hacer es identificar, identificar, identificar. Entonces, cuando la mente y el cuerpo se calman y el fuego arde con más fuerza, surge el pensamiento real y la capacidad para tomar decisiones apropiadas. La chispa creativa de todo arte nace de ese fuego.

Queremos pensar. Queremos especular. Queremos fantasear. Queremos explicarlo todo. Queremos conocer los secretos del universo. Así, el fuego se sofoca; no recibe oxígeno. Y luego nos preguntamos por qué estaremos enfermos, mental y físicamente. El fuego está tan oprimido que de allí no puede surgir sino desperdicio. Y ese desperdicio no solo nos ensucia a nosotros: lo ensucia todo. Por eso es importante sentarse todos los días; de otra manera, la comprensión del proceso del fuego se vuelve tan opaca y nebulosa que el fuego se sofoca. Nos tenemos que sentar todos los días, aunque sea 10 minutos; eso es mejor que no sentarse. Los sesshins también son esenciales para estudiantes serios; sentarse diariamente puede servir para mantener ardiendo un fuego de baja calidad, pero por lo general no es suficiente para hacerlo estallar en un incendio total.

Continuemos con nuestro sesshin. No terminará sin que hayan enfrentado a todos: a la rabia, los celos, la felicidad, el aburrimiento. Obsérvense al sentir compasión por sí mismos, al aferrarse a sus problemas y al terrible estado de su vida. Ese es su drama. La verdad es que nos gustan mucho nuestros dramas. Algunos dicen que quieren librarse de sus problemas, pero cuando nos asamos en nuestro propio jugo, también nos mantenemos como el centro artificial del universo. Amamos nuestro drama. Nos gusta quejarnos y sufrir y gemir: “¿No es terrible? ¡Estoy tan solo! Nadie me ama”. Gozamos nuestro propio carbón blando. Pero la suciedad de esa combustión incompleta puede ser trágica para mí y para ustedes. Practiquemos bien.