La desesperación por alcanzar experiencias de iluminación

Uno de los versos del Shoyo Roku que más me gusta dice asi: “Del árbol seco nace una flor”. Cuando la avaricia y necesidad humana se extinguen, surgen la sabiduría y la compasión. Ése es el estado de Buda. Yo personalmente dudo que alguna vez haya habido alguien que haya alcanzado completamente ese estado, pero quizá unas cuantas personas en la historia de la humanidad lo hayan logrado. Sin embargo, tendemos a confundir a gente de una gran fuerza e introspección con la realidad de un Buda completamente iluminado. Así pues, en que consiste el proceso de convertirse en Buda.

Para este ser completamente iluminado (tal vez hipotético), no habría límites. No habría nada en el universo de lo cual ese ser no pudiera decir sin restricciones: Namu Dai Bosa, “Unido con el Gran Ser Iluminado”. Ni ustedes ni yo podemos decirlo verdaderamente en relación con todo. Lo único que podemos hacer es ampliar nuestra capacidad para hacerlo. Pero un Buda sería alguien que podría decirlo, que podría estar unido sin límites o barreras con todo el universo.

Ahora bien, antes de tal iluminación completa, estaría el caso de una persona plenamente integrada. Para tal persona habría aun barreras y limitaciones, por supuesto, así que hay un punto en que falla esa integración. Sin embargo, eso es lo que podemos llamar integración mente/cuerpo, rara y maravillosa. La mayoría de nosotros estamos en alguna de las etapas que conducen a ese estado, lo que significa que no podemos poseer completamente ni siquiera nuestro cuerpo. Cualquier tensión en el cuerpo es manifestación del hecho de que no nos pertenece. No diremos entonces que somos un cuerpo, sino que tenemos un cuerpo. Existe también un estado anterior a ése, cuando abandonamos completamente el cuerpo y pensamos que somos tan solo mente. El estado anterior a este último es a su vez aquél en el que no podemos poseer ni siquiera la totalidad de nuestra mente, de modo que tenemos que contentarnos con una parte.

Según sea nuestro condicionamiento actual, alcanzamos a ver y a abarcar. El último estado que mencioné es tan restringido y tan estrecho que cualquier otra cosa que se introduzca en él, causa miedo. Si además se introduce demasiado rápido, será devastadora. Y es aquí donde encontramos muchos de los efectos raros y dañinos de una práctica. Para esa persona constreñida, el universo es como un pequeño punto de luz. Introdúzcale una luz tan brillante como el sol y esa persona puede volverse loca. De hecho sucede algunas veces.

He estado en sesshins en los que hay gritos, aullidos y empujones: “¡Tienes que hacerlo! ¿Tienes que morir!” Las mujeres lloran toda la noche, los hombres lloran toda la noche, lo cual esta bien para aquellas personas que están preparadas para soportar tanta presión. Las que no están preparadas, y que son buenas chicas y agradables muchachos, se concentrarán y seguirán su marcha, pero quizá pasarán por alto las primeras etapas de desarrollo y de pronto creerán haber llegado al momento del destello. ¿Es bueno eso? No, no necesariamente. Para quienes están preparados, esa experiencia es lo más maravilloso del mundo. La sienten antes de tenerla y están listos para recibirla. Pero para alguien que no esta preparado puede ser dañino. No produce buenos resultados; de hecho, puede provocar lo contrario.

Un maestro puede estrechar y concentrar deliberadamente la visión de un alumno aconsejándole trabajar en un Koan como Mu.[*] Sin embargo, sería conveniente que una persona que no esta emocionalmente preparada para tal tarea practicara de otra manera. Se debe tener mucho cuidado: una experiencia de iluminación prematura no es necesariamente buena. Tener tal experiencia es darnos cuenta que somos nada (un no ser) y de que todo en el universo es cambio. Nos topamos con ese enorme poder elemental que somos. Cuando estamos preparados, darnos cuenta de esto es liberador.; pero si no lo estamos, es aniquilante. Incluso una persona preparada, para tal experiencia debe pasar muchos años practicando con los niveles de maduración que se ha saltado, con el fin de limpiarlos.

Algunos maestros tienen mucha experiencia con los estados avanzados, pero no con los primeros niveles. Claro que ven, pero cuando esa visión no se ha integrado firmemente, se corre el riesgo de que su resultado sean problemas, no paz y armonía.

Podemos creer que una experiencia de iluminación es como una rebanada de pastel. “¡Qué emoción! ¡Quiero probarlo!” Hay quien, sin embargo, se ha referido a esa experiencia como una joya terrible. Toda la estructura puede caerse, a menos de que sea lo bastante firme como para soportarlo. No es prudente elegir a cualquier persona en la calle y meterla a esto. Algunos maestros no lo entienden: trabajan intuitivamente, pero sin suficiente comprensión de las diferencias entre las personas. Hace muchos años le pregunté a una pianista: “¿Cómo podría tocar mejor este fragmento? No me sale”. Me contestó: “Ah, es muy fácil. Hazle así”. Para ella era claro y sencillo, pero a mi no me sirvió de nada; mi dificultad no se resolvió.

Lo que les pido es que sean pacientes. He conocido a personas que llevan mucho tiempo sentándose y que tienen fuerza y algo de introspección, pero que siguen sintiéndose confundidas porque su desarrollo no ha sido equilibrado. Alcanzar ese equilibrio no es fácil. Conforme nos sentamos, llegamos a saber cuan complicados somos. Puede haber algunos remolinos en nuestros complicados egos para enfrentar, los cuales necesitemos expertos en otros campos que nos ayuden. El Zen no resolverá todo. Cuando el nivel de intensidad e la práctica sube demasiado y muy pronto, existe el peligro de un desequilibrio, de manera que necesitamos frenar el paso. No debemos ver muy pronto demasiado.

¿Para qué hablar entonces de iluminación? Cuando una persona esta preparada y la necesidad de saber es intensa, resulta obvio para el maestro y el discípulo qué es lo que hay que hacer. Necesitamos trabajar pacientemente con nuestra vida, con nuestros deseos de sensaciones, de seguridad, de poder; nadie aquí esta libre de ellos, ni yo. Así que les pido que vuelvan a examinar sus deseos de alcanzar la iluminación y enfrenten esa tarea con firmeza e inteligencia. Si somos pacientes en nuestra práctica, nuestra vida puede crecer constantemente en fuerza y también en integración, de manera que empleará la fuerza en bien de todos.

Cada vez que hacemos que nuestra mente vuelva al presente, desarrollamos esa fuerza. Cada vez que estamos verdaderamente conscientes de las ensoñaciones de nuestra mente, esa fuerza se desarrolla lenta, lentamente. Entonces sobreviene una calma y claridad genuinas de la mente y el cuerpo. Es obvio que podemos reconocer a una persona así con sólo mirarla.

Si practicamos bien, estemos seguros de que por este camino avanzaremos mucho en la vida, tal vez con experiencias de iluminación que alumbren el sendero, lo cual esta muy bien. Sin embargo, no menospreciemos el trabajo constante que tenemos que hacer a causa de las ilusiones que continuamente interrumpen nuestro viaje. Pensemos en las pinturas de la Doma del Toro,[†] por ejemplo: la gente quisiera saltar del 1 al 10, pero puede ocurrir que ya estemos en el 9 y caigamos hasta el 2. Los avances no son siempre firmes y permanentes. Podemos estar en el 10 por unas horas y al siguiente día estamos de vuelta en el 2. En los retiros nuestras mentes se aclaran y calman; pero ¡nada más dejen que alguien venga y nos critique!

“Del árbol seco nace una flor”. O como dice la Biblia: “a menos que muráis, renaceréis”. En nuestra práctica, por supuesto, morimos lentamente, paso a paso, gradualmente, desligándonos de las cosas que nos atrapan. Si seguimos atrapados en algo, no hemos muerto. Podemos estar identificados con nuestra familia, por ejemplo. Desligarnos de ella no significa que no la amemos. O piensen en la necesidad que tienen de su esposo, novio o novia. Entre más practicamos, más pequeña se vuelve esa necesidad. El amor crece y la necesidad se aminora. No podemos amar algo que necesitamos. Si necesitamos aprobación, no hemos muerto. Si necesitamos poder, si necesitamos una cierta posición, si no podemos hacer el trabajo más humilde, no hemos muerto. Si necesitamos que nos miren de cierta manera, no hemos muerto. Si queremos que las cosas sean a nuestro modo, no hemos muerto. Yo no he muerto en ninguno de estos sentidos. Solo estoy muy consciente de mis apegos y no actúo en función de ellos con frecuencia. Pero haber muerto significa que ya no existen. En este sentido, un ser verdaderamente iluminado no es humano; no conozco a nadie así. He tratado de cerca a mucha gente extraordinaria y todavía no he conocido a nadie que sea así. De modo que contentémonos con estar donde estamos y con trabajar intensamente. Para nosotros ser como somos es perfecto.

Conforme nos identifiquemos cada vez con menos, podremos incluir más y más en nuestra vida. Este es el voto del Boddhisattva. Así, en la medida en que nuestra práctica madure, podremos hacer más, incluir más, servir más; de eso se trata en la práctica Zen. Sentarse así es el camino, de manera que practiquemos con todo lo que tenemos. Todo lo que puedo ser, es lo que soy ahora; puedo experimentarlo y trabajarlo. Eso es todo lo que puedo hacer. El resto es el sueño del ego.

Fin de la 4ª. Parte.

Fragmento del capítulo 2: “El Zen de cada día”. Charlotte Joko Beck.



[*]Mu: Koan que se asigna frecuentemente a estudiantes principiantes como medio para enfocar su atención. Su significado literal – no o nada – no transmite del todo su significación en la práctica Zen.

[†]Las pinturas de la Doma del Toro, son una serie de dibujos tradicionales que presentan el avance de la práctica, desde el engaño hasta la iluminación, bajo la forma de un hombre que poco a poco doma a un toro salvaje.